Érase una vez un monstruo marino que, cuando alguien lo miraba, veía lo que más asco le daba y el hombre se convertía en ello. El monstruo no era malo, sólo que él era así y no podía cambiar.
Manuel continúa sin descanso plasmando en el papel sus excelentes dotes artísticas. En esta ocasión ha seleccionado siete dibujos que muestran que cualidades no le faltan para merecer una sala especial en el Museo del Prado.