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Nº 109
REPORTAJES / AZUL Y VERDE

El secreto del maíz

Por Javier Ruiz Vila, Maria Campero, Maria Muñiz, Lucia Ruiz Vila, estudiantes de 1º de Bachillerato del colegio Nuestra Señora de la Paz de Torrelavega.

Un estudio sobre el terreno de alumnos de Formación Profesional desvela un uso de transgénicos en Cantabria muy superior al conocido, en gran parte prohibidos.

    

Hace unos meses el profesor torrelaveguense Fernando Portal planteó a sus alumnos del CFGS de alimentación y dietética del IES Gutiérrez Aragón un trabajo práctico sobre análisis estadístico y de laboratorio de las variedades de maíz presentes en Cantabria, un cultivo muy extendido y orientado a la alimentación de la amplia cabaña ganadera de la región. Portal es uno de los profesores cántabros más reconocidos, por su iniciativa, rigor y capacidad de innovación. Premiado reiteradamente en certámenes como el de Jóvenes Investigadores de Mollina, los premios de investigación de San Viator o los Santillana de innovación, Portal comenzó su trabajo sobre el maíz con el planteamiento de otros proyectos. Estudio riguroso de campo, minucioso trabajo de laboratorio, estricto compendio estadístico y conclusiones constructivas.

Cantabria es una región donde, en teoría, se ha apostado en los últimos años por la defensa de una agricultura natural y sostenible. Aunque no es una comunidad declarada libre de transgénicos (como Asturias y País Vasco), los datos del Ministerio de Medio Ambiente y de la Consejería afirman que de las 67.626 hectáreas que se cultivan con transgénicos en España, solo 14 se encuentran en Cantabria (menos de un 1% del total cultivado en la región). En el caso del maíz, la única variedad permitida para su cultivo es el MON 810, que produce una toxina fabricada por una bacteria, el Bacillus thuringiensis, la cual codifica la proteína Cry1Ab, lo que convierte al maíz en resistente a la plaga del insecto del taladro. Otro transgénico existente en el mercado es el MON 863, una variedad no permitida en nuestro país, que protege al maíz contra las larvas del coleóptero Diabrotica, que dañan la planta alimentándose de las raíces. Para ello, la semilla contiene un gen del Bacilus thuringiensis, que codifica la proteína Cry3Bb1. Para determinar qué semillas se empleaban en Cantabria, Portal propuso a sus alumnos un intenso estudio de campo tomando muestras de 98 explotaciones de diferentes municipios representativos de toda la región. Las muestras, tomadas con la colaboración de los propios ganaderos, fueron analizadas mediante la técnica de inmuno ensayo cromatográfico de flujo lateral, para detectar la presencia de las proteínas Cry1Ab y Cry3Bb, que manifiestan la existencia de los transgénicos MON 810 y MON 863, respectivamente.

De las 760 HA estudiadas por el grupo de Portal, 638 (84%, 45 veces más que las registradas en el Ministerio y la Consejería) contenían maíz transgénico. Pero lo más inquietante no era eso. Un 77,6% de las muestras dieron positivo al transgénico prohibido MON863. En el 46,9% de las muestras analizadas se encontraban los dos a la vez.

El grupo de alumnos que preparaban el proyecto no se creía los resultados. Portal les pidió la revisión de la metodologia (reactivos, custodia, registros y procedimiento seguido). Tomando una nueva muestra almacenada se repitió el análisis. Y con él el resultado.

Había que rastrear las fuentes y encontrar una explicación. Los ganaderos habían adquirido las semillas de cooperativas o de tiendas especializadas (al 50%). Una encuesta entre los agricultores que habían dado las muestras reveló dos datos más de interés. Las semillas empleadas eran diferentes a las utilizadas por los productores en sus huertos particulares, orientados al autoconsumo. En estos, el 98,8% de las muestras eran naturales, no transgénicas. La respuesta la dio un ganadero, "para el consumo de casa preferimos la de siempre, más natural". ¿Qué ventaja tenía la otra?. Cuando los reporteros siguieron la noticia comprobaron que las cooperativas agrarias compran desde hace años estas semillas, porque las multinacionales las han introducido en el mercado bajo el argumento de una mayor resistencia y productividad. Sin embargo, estas semillas (transgénicas en su mayoría) protegen contra la plaga del taladro, inexistente en las zonas de siembra de Cantabria, como un informe de la propia Monsanto (empresa proveedora de productos para la agricultura) reconoce.

Los alumnos de IES Gutiérrez Aragón no se arredraron. Un informe completo con todas las pruebas se entregó a la Consejería de Medio Ambiente y otro a varios grupos ecologistas. Pero, curiosamente, no hubo respuesta, ni alarma. Todos sabían que algún Monsanto prohibido circulaba por ahí. Tan seguro como que no en la cantidad revelada, "los chicos de Portal habrían cometido algún error". Pero ese supuesto error de procedimiento no se ha encontrado.

Han pasado unos meses. Fuentes de la Consejería han confirmado la existencia de dicho informe, al igual que los ecologistas, hoy integrados en una amplia plataforma para defensa del medio ambiente en Cantabria ('Cantabria no se vende'). Pero nadie conoce qué se ha hecho después. "Creo que se repitieron las pruebas, pero no sabemos con qué resultado ni que ocurrió con la información de los alumnos", señalaron portavoces de CNSV.

Desde 2009, diversos informes científicos han revelado el deterioro para la salud y el medio ambiente del MON 810, lo que llevó a la prohibición de uso por el Gobierno alemán, al que han seguido siete gobiernos más. La razón la descubrió en 1999 la universidad americana de Cornell, que ofreció datos de que el polen de este transgénico afectaba a especies protegidas de insectos, muy especialmente la mariposa monarca, muy amenazada en nuestra región. Junto a ello, la permanencia de las toxinas en los suelos provoca resistencias de los cultivos a los plaguicidas, como demostraron en 2004 Andow y Hilbeck. Este estudio demostraba que estas resistencias, al ser selectivas, iban a permitir que ciertas especies de insectos desplazaran de su hábitat a otras, creando grandes desequilibrios entre especies, como planteó el 2010 el profesor G. Pérez Fariños, tras un trabajo de Velimorov patrocinado en 2008 por el ministerio de Agricultura austriaco, que la propia Comisión Europea tomó en consideración.

La investigación de Portal también tenía un importante componente estadístico que permitió descubrir que solo un 12% de los ganaderos mostraban tener conocimientos acertados sobre el tipo de maíz que estaban cultivando y saber que estaban empleando transgénicos. De los participantes en la muestra solo un 13% estaba en contra del uso de estas semillas.

Hoy en día sabemos, como demostró Seralini en 2008, que estas modalidades de maíz provocan efectos tóxicos en los órganos. Y que su uso no está justificado por la lucha contra ninguna plaga de nuestra región. Hoy sabemos que estas modalidades de semilla tienen efectos perversos en los ecosistemas, que el viento extiende el polen de estas plantas contaminando otras zonas de siembra. Pese a todo poco o nada se ha hecho para investigar la pista descubierta por estos alumnos, ¿por que son simples alumnos de un módulo superior?. ¿Cuando una investigación se realiza con rigor y de forma científica tiene validez?. ¿Debemos repetir el error de cuando nadie hizo caso a quienes descubrieron el agujero de la capa de ozono?.


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